
🔍 Introducción
Mientras las potencias disputan el control del petróleo en Oriente Medio, América Latina enfrenta una encrucijada estratégica. Por un lado, la región se beneficia del alza de precios del crudo y del gas; por otro, sufre las consecuencias logísticas, financieras y políticas de una cadena de suministro global en tensión. El nuevo tablero energético mundial presenta una doble cara para países como Brasil, México, Argentina y Colombia: oportunidad de ingresos… y riesgo de exposición.
🌍 Exportadores en alza: más ingresos, más presión
El precio del West Texas (WTI) por encima de los 77,400 dólares ha significado una inyección inesperada para las finanzas públicas de los productores regionales. Según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), Brasil y Colombia podrían aumentar sus ingresos por exportación de crudo entre un 20% y un 28% en el tercer trimestre del año.
Sin embargo, el reto no es solo producir más, sino colocar el crudo en mercados distantes. Los puertos del Caribe y el Atlántico enfrentan saturación logística, y el aumento en los seguros y fletes por la situación en Oriente Medio ha encarecido los envíos transatlánticos.
⛽ Importadores en jaque: inflación y dependencia energética
Países como Chile, Perú o República Dominicana dependen casi por completo del petróleo y el GNL importado. El desvío de rutas por África y los retrasos en entregas desde Asia y Medio Oriente han provocado alzas de precios internos que golpean directamente a la industria y a los consumidores.
Según Platts Latin America, los precios mayoristas del diésel y la gasolina en el Cono Sur se han incrementado entre un 12% y un 17% desde el 15 de junio.
🚢 Logística invertida: más demanda, menos rutas disponibles
Empresas navieras como Ultramar o CSAV han reportado demoras de hasta 7 días en las entregas de productos energéticos y mercancía general, debido al colapso parcial de rutas entre Asia–Pacífico y América Latina.
Además, las nuevas primas de seguridad marítima están afectando la viabilidad de ciertos contratos, sobre todo en países sin grandes reservas estratégicas. Aquí, el impacto de la tensión en Ormuz se vuelve indirecto pero contundente: menos gas desde Qatar implica más competencia por GNL estadounidense… y precios más volátiles en el Atlántico Sur.
🧭 ¿Y si Irán cumple su amenaza?
Un cierre efectivo del Estrecho de Ormuz dispararía aún más los costos del GNL y el crudo en América Latina. Los países sin diversificación de proveedores serían los primeros en caer en crisis energética.
Por eso, algunos gobiernos están acelerando acuerdos de intercambio energético intrarregional, mientras observan con atención el respaldo tácito que Israel está recibiendo por parte de Europa y EE. UU. en su rol de disuasión frente a Irán.
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